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¿Está la sociedad preparada para que las personas con discapacidad se desenvuelvan en ella con normalidad?
¿PERSONAS DISCAPACITADAS O SOCIEDAD DISCAPACITADA?

miércoles, 1 de junio de 2011

La increíble historia del buzo discapacitado de Isla de Pascua

        José Teao (32) ha buceado toda su vida. Lo hacía sin traje desde que tenía 7 años y debía amarrarse una piedra con una cuerda al cuerpo para poder descender en el océano de Isla de Pascua, y lo siguió haciendo con precarios implementos después de la inolvidable noche del 15 de marzo de 1999, cuando chocó en su moto de frente con un camión y perdió una de sus piernas.
        Se lo enseñó su padre, quien buceaba para llevar alimentos a casa. "Yo iba con él cuando era chico, yo miraba como él se tiraba, me ponía la máscara en el bote y veía desde arriba cómo bajaba y todo lo que hacía", cuenta. Siempre ha buceado "a puro pulmón", técnica que perfeccionó observando al campeón sudamericano en buceo con apnea, el pascuense Mike Rapu, con quien trabajaba.

        Al igual que su padre, hoy se gana la vida buceando. Pero no siempre fue así. Antes se desempeñaba en Lan Chile como cargador. La noche del accidente salió del trabajo a las dos de la mañana. "Terminamos de descargar, salimos, yo iba en moto con un primo y el compadre del bus nos cerró el camino y chocamos de frente. Mi primo perdió los dedos del pie. Yo perdí una pierna".

        Pese al duro episodio, dice que nunca perdió las ganas de seguir adelante. "No por una pierna que se te haya cortado te vas a echar a morir, hay que tirar para delante no más. Hay que levantar el ánimo y seguir. La única forma es seguir, no amargarse, porque si te echas a morir ya no puedes hacer nada", afirma Teao, dando un testimonio de fortaleza cuando falta un día para la Teletón.

        Con unos ahorros y la ayuda de algunos habitantes de la isla, se trasladó a Valparaíso, donde inició una terapia de rehabilitación que se extendió por cerca de un año, tras la cual volvió a caminar.
         Cuando regresó a la isla traía una pierna ortopédica y a su futura esposa, a quien conoció en la casa de reposo donde se hospedó en el puerto. "Conocí a una joven que ayudaba a la gente isleña, me vine a la isla, fui de nuevo, fui como cuatro veces y a la quinta vez le dije 'sabías qué, ¿Querías irte conmigo a la isla?' y me dijo que sí y nos vinimos", relata. Hoy tienen un hijo de seis años.

Nunca tuvo miedo de regresar al mar

         De vuelta en Rapa Nui, le fue inevitable regresar al mar. Su médico no lo creía, al igual que muchas de las personas que oyen de la historia hasta que lo ven sumergirse. Teao es capaz de descender a gran velocidad al fondo marino y desplazarse por el agua como si tuviera dos piernas. Según expertos, su habilidad es sorprendente, incluso respecto de una persona sin discapacidad física.

          Pese a lo sorprende que resulta verlo en acción, dice que nunca sintió temor de volver a bucear. "Para mí era normal, no tenía miedo de meterme al agua. Además yo había visto una película de un compadre que tenía un problema y también era buzo y yo dije 'chuta, en una de ésas hace bien hacer terapia buceando'", explica.

         Hoy bucea por necesidad, porque para él "no hay otra pega que hacer" en la isla, pero también porque estar en el agua lo hace sentirse más libre. "Esta profesión te relaja, te ayuda. Me gusta más en el agua. Para mí es como hacer deporte todos los días", afirma. Por algo su única pierna está musculosa "de tanto aletear".

         No obstante, implica importantes sacrificios. La mayor dificultad es el cansancio que le provoca, sobre todo cuando debe ascender desde el fondo del mar cargado los corales que vende en la feria para los turistas o los peces que lleva de alimento a su familia. "Cuando salgo del agua ahí me viene todo el cansancio", dice.

         Pero también necesita implementos de buceo, como una aleta "larga", que le facilite desplazarse, y un traje, pues el suyo está roto. "Me hace falta un buen traje, sobre todo para el invierno. Con el traje que tengo voy a bucear en la noche y, como tiene hoyos, entra todo el frío, tengo que bucear máximo tres horas y salirme", cuenta.

         Pese a todo, y tal como lo hizo su padre con él, piensa algún día enseñarle a bucear a su hijo. "Todavía no bucea porque tiene seis años, pero tiene sus implementos, su aleta, máscara, pero voy a esperar que crezca un poco, ahí recién lo voy a meter al agua. No voy a ser como mi viejo que yo no sabía nadar y me agarraba de la espalda y me tiraba al agua al lado del bote", recuerda entre risas.