El Marcel Marceau era el jefe de la banda, la más temida del sur de la ciudad. Era un sordomudo que nunca aprendió el lenguaje de señas y se comunicaba a base de pujidos y representación de sus ideas como lo hacen los mimos, de ahí el apodo del famoso artista francés.
Yo tenia tiempo que me mantenía asaltando borrachos en el rumbo de la calle Montesinos, pero no sacaba mucho de eso, así que me dijeron que buscara al Marcel, para que me dejara unirme a su banda de maleantes discapacitados.
Me presenté en el bar donde solían reunirse los miembros de la pandilla. Apoyado en mis muletas nuevas y relucientes que me dieron en el CRIVER, entré y le pregunté al cantinero por el Marcel, me señaló apuntando con la nariz a un grupo de personas en la mesa del fondo.
-Me manda el Manitas – dije sin dirigirme a nadie en particular.
- Siéntate ahí – me indicó un anciano con síndrome de Down y miró al Marcel, que asintió con la cabeza.
Estaban reunidos todos, se presentaron por su apodo: un jovencito cojito , con los brazos y su única pierna tatuada, me tendió la mano – Soy el pizarrón –
- Mucho gusto pizarrón –
- Yo soy Gengis Kan - dijo el anciano con el cromosoma extra.
- Soy Tarzàn y estoy ciego - dijo orgulloso un robusto moreno con grandes lentes negros.
- A mi me dicen Costalito - dijo una simpática chica sin brazos ni piernas que se desplazaba en una patineta.
Bueno ¡ya! – dijo el pizarrón,
- Cállense todos que va a hablar el jefe - se rieron todos en silencio. Se puso de pie el Marcel Marceau de barrio, y empezó a hacer una representación de lo que se supone será el próximo golpe de la banda. Fue de lo más extraño que he visto en mi vida: Vi al líder cargando una imaginaria bola de cristal y la depositó en el suelo, luego se puso la mano como visera y señalaba a lo lejos en el horizonte algo que a mi me pareció un ejercito de mantis religiosas mutantes, hizo un ruido como si fuera el motor de un autobús repleto de teiboleras húngaras, aunque a decir verdad, también parecía el llamado de una madre jirafa a su crío. Luego se puso algo que parecía una playera del América de la época de los 80s.
Todos miraban atentos al jefe de la banda, algunos tomaban notas, yo estaba muy confundido, no entendí nada, así que mire con mas atención y concentración los movimientos y gestos del Marcel, que ahora parecía que estaba empujando una carretilla llena de cabezas de jíbaros, caminaba en forma graciosa como lo haría un astronauta con hemorroides en gravedad cero.
Finalmente, empezó a cargar un auto compacto con barras de uranio (aunque lo ultimo que subió, parecía más bien bolas de queso Oaxaca en paquete de tres).
Mi primera participación en la banda iba a ser como “echa aguas”, Pizarrón me lo dijo ya que no iba a entender eso, cuando el Marcel en su representación, me señalaba y cargaba un cubo que al parecer estaba lleno de barniz color caoba.
El día del golpe, me dejaron en una esquina con un walkie-talkie para avisarles el momento que la policía se acercara. No pasó nada, solo escuche sirenas a lo lejos, pero no pasaron frente a mi. Después de un buen rato, desde un camión lleno de toallas sanitarias, me llamaron:
- súbete cabrón – y me subí al transporte, me encontré con el Gengis llorando desconsoladamente. Al parecer, el objetivo del robo era un camión de Botox, se supone en la parte exterior así decía, pero el anciano Gengis confundió las letras y asaltaron un camión que llevaba un letrero de: Kotex.
Así fue como, el pobre anciano descubrió otra discapacidad con que nació, era disléxico.
Ahora estamos vendiendo el producto del hurto: ¿no te interesas en unas toallas sanitarias con alitas?
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